Columnas de Opinión

Diario El País Uruguay

Hernán
Bonilla

Presidente y fundador

La Iglesia y el liberalismo

23/08/2022

La posición crítica del Papa Francisco hacia el liberalismo en general y la economía de mercado en particular ha dado fuerza a la idea de que existe una oposición entre cristianismo (y en especial catolicismo) y la doctrina de Adam Smith. Esto es razonable dado la energía que ha puesto el Papa en este asunto, pero deja fuera de la película una relación que ha sido un tanto más compleja en los últimos cien años largos, para no remontarnos más atrás. En efecto, ha habido Sumos Pontífices de posición crítica hacia el liberalismo, como también han existido otros que lo han defendido. En la célebre encíclica de León XIII Rerum Novarum de 1891, se plasman algunos de los típicos argumentos contrarios al capitalismo y al libre mercado, como que “no solo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”. Al conmemorarse los 40 años de la publicación de dicho documento el Papa Pio XI dio a conocer una nueva Encíclica, llamada Quadragesimo Anno. En ella celebra y rescata la anterior y critica a quienes no supieron entenderla: “Como la unidad del cuerpo social no puede basarse en la lucha de clases, tampoco la recta organización del mundo económico puede entregarse al libre juego de la concurrencia. De este punto, como de fuente emponzoñada, nacieron todos los errores de la ciencia económica individualista”. En esta película, sin embargo, no estaría completa sin incluir a otros sucesores de San Pedro que mostraron una mejor comprensión del liberalismo y del libre mercado. Juan Pablo II, quizá en parte por haber sufrido los horrores del comunismo en su Polonia natal, al redactar su Encíclica Centecimus Anno -también en conmemoración de Rerum Novarum- se preguntaba: “¿Se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad?” Y respondía: “Si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de ‘economía de empresa’, ‘economía de mercado’, o simplemente de ‘economía libre’”. También mostró una posición de mayor comprensión del liberalismo el Papa Benedicto XVI, quien en una carta pública afirmó que “el liberalismo, sin dejar de ser liberalismo sino, al contrario, para ser fiel a sí mismo, puede enlazarse con una doctrina del bien, en particular la cristiana que le es congénere.” La visión de los Papas respecto al liberalismo, por tanto, ha sido diversa, pero los fundamentos de peso caen de lado de quienes han sabido apreciar al cristianismo como una de las fuentes centrales del liberalismo y su inequívoca compatibilidad; el liberalismo es una consecuencia no planeada del cristianismo. A eso nos convocó San Pablo: “Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad”.