Hernán
BonillaPresidente y fundador
La riqueza de las naciones
19/09/2023
Ernest Hemingway afirmó que “Una obra clásica es un libro que todo el mundo admira, pero que nadie lee”, y esto bien puede valer para la magnum opus de Adam Smith. La riqueza de las naciones es un libro amable con el lector, pero ciertamente su longitud y algunos de los temas que trata, que pueden haber perdido interés para el lector contemporáneo, hacen que sea poco visitado, aunque no por eso menos presente en el debate económico. Más aún, es gracias a ese libro que Adam Smith sigue siendo el economista más citado en trabajos de ciencia económica, superando con creces a todos los que le siguen. ¿Por qué es tan importante este libro? ¿Por qué le otorgó a su autor el título casi indiscutido de padre de la economía? Tratemos de responder estas preguntas. La riqueza de las naciones es reconocido como el primer libro sobre economía propiamente dicho que engloba una descripción de los distintos aspectos del proceso económico. Por cierto que existieron autores anteriores de innegable valor y de los que Smith es deudor como Locke, Mandeville, Stewart o Cantillon, además de quienes influyeron más decisiva y directamente como Hume y los fisiócratas franceses, pero la obra no deja de ser única y original. Todo autor medianamente competente maneja lo mejor de su materia que se escribió con anterioridad, eso no puede ser un demérito, todo lo contrario y, en todo caso, todo lo que toma lo transforma bajo su prisma de sentido común y comprensión cabal de fenómenos que anteriormente solo se vislumbraban borrosamente. El libro se publicó en 1776, año de la independencia de Estados Unidos y de la creación del Virreinato del Río de la Plata para ubicarnos mejor, pero Smith venía trabajando en el libro desde mucho antes, amén de la década previa a que viera a luz en que se dedicó a ese empeño casi en exclusividad. Como comenta Robert Heilbroner: “La riqueza de las naciones no es, en modo alguno, un libro de texto. Adam Smith escribe para su época, no para los alumnos de su clase; expone una doctrina que ha de tener importancia para quienes rigen un imperio, no un tratado abstracto para que sea utilizado en la enseñanza. Los dragones que él mata (tales como el sistema mercantilista, que requiere más de doscientas páginas para morir) estaban en su época vivos y palpitantes, aunque un poco fatigados.” Desde una visión más amplia, en la introducción a la edición de Glasgow del libro señalan R. H. Campbell y A. S. Skinner que el aporte de Smith a las “ciencias sociales”, tanto a la ética, la jurisprudencia y la economía, se caracteriza porque “en cada caso Smith procura explicar problemas complejos en términos de un número escaso de principios básicos, y cada uno conforme a los requerimientos del método newtoniano en el sentido amplio del término. En los tres usa la hipótesis típica de que los principios de la naturaleza humana pueden ser tomados co-mo constantes, y todos emplean la doctrina de los ‘resultados sociales inintencionados’” Tomando la célebre frase de Newton, si Smith vio más lejos fue porque estaba sobre hombros de gigantes, pero su planteo del fenómeno económico en términos institucionales y políticos, amén de encontrar su lógica interna, indudablemente dio nacimiento a una nueva ciencia que desarrollaremos en los próximos artículos.