Hernán
BonillaPresidente y fundador
Argentina debate
03/10/2023
El debate entre los cinco principales candidatos a la presidencia de la República Argentina concitó la atención de muchos uruguayos. La noche del domingo y durante el día de ayer se hizo evidente que el debate había captado la atención de este lado del Río de la Plata, por lo que puede valer la pena dedicarle unos comentarios que vayan algo más allá del episodio televisivo. En primer lugar el formato no favoreció ni la exposición de las ideas de los candidatos ni el intercambio con libertad. En este sentido, aunque suelen ser más desordenados, los formatos que se utilizan en las elecciones norteamericanas son mucho más reveladores de las aptitudes de los presidenciables. Solo una intervención de dos minutos para exponer sobre economía es muy poco tiempo en un país que presenta problemas fiscales, monetarios y de todo tipo. Los escasos segundos de réplica que existen no ayudaron a esclarecer el asunto y estaban mal diseñados, casi todos los candidatos usaron sus réplicas en el primer tema. En segundo lugar, las estrategias fueron claras, aunque los resultados mixtos. El favorito según las encuestas Javier Milei se mostró más calmo de lo habitual, se disculpó por sus opiniones sobre el Papa Francisco y no se exasperó con los ataques de sus adversarios. Sergio Massa la sacó muy barata. Al ser el ministro de economía de un gobierno que tiene pésimos números en materia de incremento de la inflación, tipo de cambio y pobreza se dedicó a hablar del futuro apelando a un gobierno distinto de unidad nacional y nadie le pegó demasiado. Patricia Bullrich fue más clara y directa en sus críticas al kirchnerismo en particular logrando evitar la polarización entre Milei y Massa, pero, si las encuestas están en lo correcto, no parece haber tenido una performance para salir del tercer lugar. Los otros dos candidatos, aunque anecdóticos tuvieron sus momentos de humor. Juan Schiaretti con su permanente apelación a Córdoba y Myriam Bregman tuvo buenos momentos cuando criticó a sus rivales y otros tragicómicos cuando exponía sus propuestas. Probablemente en términos de intención de voto el debate no haya movido la aguja, lo cual es una buena noticia para quienes van adelante (si se le puede creer a las encuestas en la vecina orilla) y una mala noticia para quienes vienen detrás. Queda otro debate previo a la elección del 22 de octubre en que los rezagados tendrán que quemar las naves y uno más entre quienes pasen a segunda vuelta (si es que hay segunda vuelta). Es curioso que quien probablemente tiene el mejor diagnóstico y equipo para remontar la extraordinariamente compleja situación que enfrenta Argentina, que es Patricia Bullrich, vaya atrás de Sergio Massa, que ha demostrado una capacidad política electoral inversamente proporcional a su capacidad como ministro de economía. Que aún tenga alguna chance la cara visible de un gobierno disfuncional, con un presidente que no gobierna, una vicepresidente dedicada a hundirlo y una conducción económica impresentable, parece de Ripley. En términos argentinos, sin embargo, aún falta mucho, la inflación crece día a día y la situación es crecientemente angustiante. Pase lo que pase el 22 de octubre ciertamente no será una elección más para ese formidable país empeñado en arruinarse a sí mismo.