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Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
Democracia y liberalismo
13/06/2025
El lunes pasado Andrés Malamud estuvo en Uruguay invitado por el Centro de Estudios para el Desarrollo. En una conferencia impecable, explicó las naturales tensiones que tienen dos conceptos que para nuestra generación estuvieron hermanados: democracia y liberalismo. Recomiendo mucho escuchar esta conferencia que está disponible en el Youtube del CED. Malamud plantea con elocuencia que ambos conceptos tienen “almas” distintas. El ideal democrático consiste en que la mayoría pueda mandar. En cambio la clave del liberalismo es el no avasallamiento de los derechos individuales. Resumiendo mucho, el politólogo argentino manifiesta su mayor preocupación por el estado del liberalismo que de la democracia en nuestra región. Él argumenta que la democracia no fue liberal durante muchos siglos y que no tiene por qué serlo en el futuro. Su idea hace sentido viendo la fuerza de líderes liberales, pero no estrictamente antidemocráticos, como Bukele, Trump, el chavismo original o la deriva de la izquierda mexicana. Malamud tiene un punto, interesante y provocador. Sin embargo encuentro algo injusto marcar tal distancia entre democracia y liberalismo. Es indudable que “el alma” de ambos conceptos es distinta y conceptualmente cautelan bienes distintos. Pero en la práctica no fue hasta que la democracia estableció esta santa alianza con el liberalismo que pudo construir un sistema sostenible donde las mayorías deci-dieran. Las democracias preliberales fueron en verdad aristocráticas (la ateniense) o tuvieron corta vida. Miremos el proceso venezolano que me resulta muy esclarecedor. Al inició del chavismo se atacaban valores liberales como la libertad de prensa o la independencia judicial, pero se votaba más o menos bien en un régimen definible como una democracia no liberal. El chavismo conservaba mayorías en una cancha desnivelada. Pero ese iliberalismo fue el propio germen que destruyó la posibilidad de que nuevas mayorías pudieran ejercer el poder. Muy nítidamente a partir de las elecciones parlamentarias de 2015 (en las que los que ganaron no pudieron ejercer), Venezuela dejó de ser una democracia iliberal para ser simplemente una dictadura. Lo mismo pasó con tantos ganadores de elecciones que avasallaron los contrapesos liberales, porque sin eso la minoría ni siquiera tiene el derecho de ser mayoría en algún momento. Los demócratas iliberales tienen dos destinos: dejar de ser demócratas como el chavismo o ser depurados por el sistema como Evo Morales, Trump y Bolsonaro. Veremos qué pasa con Bukele y la izquierda mexicana. Creo que podrán mantener durante un tiempo democracias que avasallen las instituciones liberales, pero al final decantaran para la dictadura o serán depurados. Es posible que me esté faltando imaginación. Quizás pueda surgir algo que no estamos viendo venir que configure otro tipo de “democracia”. Algún mayoritarismo basado en un gran control social, elecciones desniveladas y la ausencia de contrapesos. La pregunta entonces será qué sentido tendría llamarle democracia; ¿quién puede asegurar que es la mayoría la que está ejerciendo el poder en un sistema así?