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Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
¿Refrescó al mamado?
03/10/2025
Es difícil escribir algo que aporte sobre lo que pasó el sábado por la noche. El atentado contra el hogar de la jefa de la fiscalía de nuestro país es un límite que se rompe. Este hecho, sumado al tiroteo en la puerta del COMCAR pocos días antes, nos habla de una realidad nueva, de una “excepcionalidad uruguaya” que se diluye. A riesgo de caer en lugares comunes, quiero ordenar tres ideas sobre lo ocurrido. Primero, evitemos ir de una mirada romantizadora del Uruguay a una tremendista. El crimen organizado ya está acá, hay que despertarse y actuar en consecuencia. No es algo que puede pasar, ya está pasando y solo va a avanzar si no hacemos nada. La buena noticia, aunque sea poco popular de decir estos días, es que no es verdad que la debacle sea inevitable. La grave situación está aún muy lejos de lo que vemos en Ecuador o incluso en Costa Rica. Nuestro crimen organizado, por motivos probablemente de incentivos económicos, no es aún tan sofisticado como los de otros países. Lo segundo que considero clave de entender es qué es lo que Uruguay puede hacer. El problema de fondo es global y nosotros no cortamos ni pinchamos en cuanto a las estrategias del mundo rico. Me parece claro que la guerra contra el narcotráfico viene fracasando y solo hace cada vez más rentable el negocio. Solo los regímenes autoritarios “triunfaron” en este camino represivo. Pero la prohibición global es parte de la letra para Uruguay. Discutir “el cambio de paradigma” en cuanto a las drogas es interesante intelectualmente, pero inútil para pensar políticas desde este rincón del mundo. La realidad es que el comercio internacional de drogas seguirá siendo ilícito, y la única discusión útil es qué hacemos como país al respecto. Lo que pasó en los últimos años es que Uruguay fue visualizado como un “buen lugar de tránsito”. La droga producida más al norte en Sudamérica empezó a pasar por acá, para salir hacia los mercados más ricos. Lo único que realmente está en nuestras manos es hacer más o menos fácil y costoso el uso de nuestro país para este negocio de tránsito. Estas organizaciones calibran costos. Si tenemos un país que no controla su espacio aéreo, tiene un puerto en el que es muy fácil filtrar mercadería porque los escáneres no funcionan y se caen al agua, o tiene una fiscalía con una capacidad de investigación débil; entonces será “poco costoso” operar en él para el narcotráfico. Si ocurriera lo contrario, es posible que estas organizaciones busquen caminos alternativos. Logísticamente, Uruguay dista mucho de ser la ruta más obvia entre Bolivia y Europa. Si viajan por acá, es que alguna ventaja están encontrando. Tercero y último, evitemos los atajos baratos por derecha e izquierda. Pueden parecer opuestas, pero estas dos familias de explicaciones en verdad se parecen. Por un lado, los que creen que esto es fácil y que se trata de poner cara de malo y sacar a los militares a la calle. Por otro lado, los tediosos “es un fenómeno social más complejo” y las soluciones son de largo plazo e interdisciplinarias. Claro que la pobreza ayuda al crimen organizado, pero existen factores sobre los que sin duda se puede actuar en el corto plazo. Ojalá que el susto realmente haya refrescado al mamado.