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Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
El peor error
12/09/2025
quivocarse de una u otra forma no es indistinto. En términos judiciales condenar a un inocente, es más grave que absolver a un culpable. En la investigación médica quizás sea peor confirmar equivocadamente que un medicamento cura una enfermedad que descartar un medicamento eficaz. A la hora de la política fiscal también es distinto equivocarse para un lado o para el otro. Por motivos económicos, pero también por razones políticas, excederse de optimista sobre el rumbo de las finanzas públicas es mucho peor que pasarse de pesimista. Claro que lo ideal es tener una estimación precisa de la evolución económica esperada, las condiciones internacionales y la evolución de la recaudación y del gasto público. Pero eso sería estar en el mundo teórico de la información perfecta. Un mundo que solo existe en la cabeza de algún tecnócrata soberbio. En la realidad los hacedores de políticas solo cuentan con información imperfecta y parcial. Con esta tienen que hacer su mejor intento. Existen varios ejemplos que muestran los problemas del exceso de optimismo. El arranque del anterior gobierno del FA es uno, asumió en un contexto de desafíos fiscales, con una ciudadanía bastante apática y propuso un presupuesto sin mejoras relevantes en las cuentas públicas. Para quién no lo recuerde, seis meses después de aprobar el presupuesto el Astori debió enviar un ajuste fiscal en la rendición de cuentas siguiente. La popularidad del gobierno y de sus líderes tuvo cambios notables en pocos meses, lo que dio lugar a aquella conocida frase de Zuasnabar: “la opinión pública uruguaya cambió más en 10 meses que en 10 años”. Quizás aquel presupuesto imprudente, y posterior ajuste fiscal, fue el punto de inflexión del Frente Amplio con una opinión pública que le había sido tan favorable la década anterior. La experiencia macrista tuvo también mucho de este exceso de optimismo. La idea de que el ajuste “me lo va a hacer” el crecimiento económico y se pueden patear los problemas es riesgosa. Cuando dos años después de asumir, Macri tuvo que explicar a la gente que en realidad su plan no funcionaba y ahora sí tocaba recortar, la paciencia de la opinión pública estaba agotada. Al asumir un gobierno la ciudadanía comprende pedidos de sacrificio, luego de un par de años es mucho más difícil que lo haga. Este presupuesto trae una novedad histórica. No plantea ninguna corrección fiscal para los primeros años, sino que “la planifica” para el final del período. Es difícil de imaginar que ya sobre la próxima elección nacional la política admita una corrección fiscal, es el momento en el que suele predominar el cálculo político de corto plazo. Más aún sabiendo que se implosiona la regla fiscal y este gobierno no enfrentará probablemente ningún límite real. Además, el presupuesto asume un crecimiento por encima del esperado por todos los analistas y un tipo de cambio y una evolución de precios “conveniente” para que cierren las cuentas. La probabilidad de que las cuentas no cierran como en el excel y el deterioro sea mucho mayor al esperado son significativas. Si así sucediera, y el gobierno tuviera que pegar un volantazo reforzando el ajuste más adelante, esto tendrá consecuencias económicas y políticas.