Columnas de Opinión

Diario El País Uruguay

Agustín
Iturralde

Director Ejecutivo

No todo es delito

16/12/2022

Hablar hoy en día de la “judicialización de la política” es difícil. Allende el Plata hay personajes brutalmente corruptos que con este discurso buscan impunidad, gente que no entienden lo más básico de los pesos y contrapesos con los que funciona una democracia. La democracia liberal, la única que ha dado libertad y estándares de vida razonables en este planeta, descansa en la separación de poderes y en la capacidad de controlarse unos a otros. Pero esta locura antiliberal del kirchnerismo no es el problema en Uruguay. No creo que en este país esté seriamente en discusión el valor de una justicia independiente y la validez de su rol. Creo que en este país si estamos teniendo un moderado e incipiente problema de judicialización de la política desde otro lugar. La semana pasada se archivaron, sin consecuencias, las denuncias penales que se habían realizado contra el ex Ministro de Turismo Germán Cardoso. Un mes antes, la fiscalía también había archivado otra denuncia contra otros ex jerarcas de esta misma cartera (Kechichian y Liberoff). Más sonado fue el también archivó hace algunas semanas de las rimbombantes denuncias contra jerarcas de este gobierno por el acuerdo referente al puerto de Montevideo con una empresa Belga. Nos estamos acostumbrando a que la justicia desestime la gran mayoría de las denuncias que políticos de todas las tiendas hacen ante cámaras reclamando responsabilidades penales de sus adversarios. ¿Estamos judicializando la política en Uruguay? Yo creo que un poco si. Claro que no está mal ir a la justicia, en algunos casos es un deber ético y legal hacerlo. Hemos tenido casos de funcionarios de primera línea procesados, esto habla bien de nuestras instituciones. Lo que sí digo es que el sistema judicial no puede ser el escenario para saldar discusiones que son esencialmente políticas. En esto están influyendo las barras bravas, esos núcleos duros que quieren sangre. Quieren sentir diariamente la superioridad moral sobre el adversario. La posibilidad de ver a un político de la vereda de enfrente condenado o preso vuelve loco a estos sectores. Quieren condenas que lauden la superioridad moral que creen tener. Pero dejarse seducir por estos núcleos duros es un error, al menos por dos motivos. Primero, porque creo que vamos rumbo a más archivos de denuncias penales presentadas contra jerarcas y ex jerarcas, toda ese entusiasmo que despierta en los fanáticos la judicialización de la discusiónamos se vuelven frustración y enojo cuando ven que no se concretan sus deseos. Pero además, la enorme mayoría de los votantes no disfrutan con estos espectáculos; no están en esas barras bravas, no comulgan con esa necesidad de intentar humillar al adversario constantemente. La discusión política no tiene atajos. La justicia es la reserva fundamental en el funcionamiento de la democracia, es por eso que no hay que abusar pretendiendo que ella laude discusiones que son esencialmente políticas. No cualquier error, u horror, en la gestión pública es un delito. La mayoría de las veces que el adversario se equivoca no queda otro camino que mostrarlo ante la opinión pública. El tedioso camino de hablar y explicar a la gente es el único posible.