Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
En contra del consenso
03/11/2022
La reforma de la seguridad social se aprobará con el voto en contra del Frente Amplio. Pero apostaría a que si la coalición de izquierda vuelve al poder en el corto plazo no cambiará nada del mismo. Esta ha sido la historia de casi todos los cambios relevantes que experimentó nuestro país. El deseado consenso fue posterior a los cambios. El Uruguay postdictadura hizo muchas cosas importantes que lo apartaron de la mediocridad regional. Casi ninguna de estas fue un gran consenso de las fuerzas políticas, más bien fueron impulsadas por poco más de la mitad del espectro político. Si Uruguay es hoy una economía más rica, abierta, estable y con menos pobreza que en 1985, si Uruguay se desacopla de la inestabilidad regional, fue gracias a cambios que se hicieron sin consenso. El Frente Amplio no apoyó la política forestal que se impulsó desde el primer gobierno de Sanguinetti y que hace que hoy tengamos tres plantas industriales de celulosa en el país. También se resistió (y juntó firmas en contra) de la creación de un marco regulatorio del mercado energético (1997) que permitió (15 años después) una gran inversión privada en energía renovable. La baja de aranceles de principios de los noventa tampoco fue aplaudida por todos, de hecho fue duramente criticada. Sin embargo, por suerte, a nadie se le ocurrió volver al proteccionismo suicida que vemos allende el Plata. La ley de puertos, la liberalización del mercado de seguros o el plan de estabilización de la década de 1990 también fueron “éxitos ex post”. Los aplausos, el consenso o, al menos, la pasiva aceptación vino varios años después de su puesta en marcha. Ojo, que también hay ejemplos del otro lado. La existencia de un impuesto a la renta como parte del sistema tributario parece estar fuera de cuestión hoy, sin embargo el rechazo a esto fue casi unánime entre el hoy oficialismo. Algo similar ocurre con la vuelta de la negociación colectiva o la despenalización del aborto. Estos temas parecen fuera de discusión hoy en día, pero no fueron consensos en su origen. En Uruguay vamos despacio. Eso tiene su lado bueno y malo, personalmente estoy convencido que es bastante más lo primero. Este gradualismo reduce la capacidad de daño que las modas y los refundadores generan. La historia está repleta de desastres producidos por la ingeniería social. En este sentido, ir “a la uruguaya” tiene sus ventajas, sin locuras. Sin embargo, la contracara es que en este país es mucho más fácil bloquear que cambiar. Luego de 1985 han habido buenos gobiernos (entendiendo buenos como aquellos que logran señalar un rumbo y avanzar) pero también hubo varios con muy poca agenda o capacidad de concreción. Uruguay necesita poner el pie en el acelerador, el país requiere gobiernos que avancen lo que les sea posible sin romantizar ni sobrestimar el valor del consenso. Esta semana, el Frente Amplio oficializó lo que todos sabíamos: su oposición a la reforma de la seguridad social. Claro que hubiera sido mejor aprobar un tema como este con un apoyo mucho más amplio. Pero lo único imprescindible es avanzar en la agenda y no seguir discutiendo en el próximo gobierno los mismos temas. Por suerte, el gobierno parece tenerlo claro. En este tema, como en tantos, el consenso lo dará el tiempo.