Columnas de Opinión

Diario El País Uruguay

Hernán
Bonilla

Presidente y fundador

Benedicto XVI

03/01/2023

El 31 de diciembre falleció el Papa emérito Benedicto XVI, un hombre ejemplar desde el punto de vista de la fe, la inteligencia y la cultura. Académico de renombre por méritos propios, distinguido por una prolífica actuación dentro de la Iglesia Católica, fue luego llamado a ser Sumo Pontífice en tiempos difíciles -¿cuándo no lo son?- y respondió con creces. Basta repasar la obra de Benedicto XVI, sus membresías a distintas instituciones académicas y distinciones recibidas para aquilatarlo como uno de los grandes intelectuales a nivel mundial del último medio siglo. Su aporte a nuestra comprensión teológica y al diálogo entre las distintas religiones, además de agnósticos y ateos, fue superlativa. Si Introducción al cristianismo y sus tres libros sobre Jesús son una buena muestra de su obra más conocida, que vale la pena visitar y volver a visitar. Como Papa su tarea también fue extraordinaria. Luchando contra prejuicios, como la mentira de que fue nazi o de que encubría a los sacerdotes pederastas, puso a la Iglesia de pie, dio una dura batalla contra la corrupción al interior de la Iglesia, pidió perdón por las atrocidades cometidas y permitió que su sucesor asumiera con otras perspectivas. La imagen de hombre débil y sin carácter que se le ha querido endilgar es muy lejana a la del hombre de fe, principios y convicciones que amó a Dios y a la verdad por sobre cualquier interés terrenal y mundano. También es importante, dados los ataques frecuentes del Papa Francisco a los católicos de convicciones liberales, recordar algunos conceptos de Benedicto de mayor profundidad y sabiduría. En una carta pública a Marcello Pera, Benedicto XVI expresó: “El liberalismo, sin dejar de ser liberalismo sino, al contrario, para ser fiel a si mismo, puede enlazarse con una doctrina del bien, en particular la cristiana, que le es congénere, ofreciendo así verdaderamente su contribución a la crisis.” Sobre el rol del Estado, en su Encíclica Dios es amor, escribió: “El amor -caritas- siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo. El Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido -cualquier ser humano- necesita: una entrañable atención personal. Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio.” Estos días de reconocimiento y homenaje son propicios para releerlo y apreciar la enorme dicha que tuvimos de contar con él como hombre de intelecto superior y como sucesor de San Pedro. Dios quiera que su legado siga inspirando a su Iglesia y su pensamiento tendiendo puentes entre todos los hombres.