Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
Dejen de fingir
28/04/2022
Ya están aburriendo las sobreactuaciones de una supuesta voluntad de diálogo que no se corresponde con los hechos. No habrá ningún gran acuerdo nacional en temas claves en lo que queda por delante de este gobierno. No hay incentivos y por lo tanto voluntad verdadera para qué esto ocurra. No pretendo estar haciendo un gran descubrimiento; parece evidente que, salvo algo excepcional ocurra, en está segunda mitad del mandato cada parte cumplirá estrictamente su rol: gobierno y oposición. Ni el Frente Amplio está honestamente interesado en aportar soluciones y participar de algún tipo de acuerdo nacional; ni el gobierno cree necesitarlo. El 20 de marzo de 2021 el Frente Amplio se opuso al diagnóstico de la Comisión de Expertos en Seguridad Social. Un diagnóstico bastante inocuo sobre el principal tema que realmente “requiere” un acuerdo nacional. Por sus características el país se beneficiaría mucho de una reforma de la seguridad social consensuada. Es una reforma imprescindible pero de gran costos políticos de corto plazo y con beneficios distribuídos en el largo plazo; son bajos los incentivos para que un gobierno encare el tema. A la luz de su posicionamiento ante el diagnóstico, y de otras definiciones sobre el tema posteriores, parece evidente que la oposición ya tiene resuelto no apoyar la reforma. Si no habrá acuerdo entre gobierno y oposición en el tema que más lo necesitamos, ¿alguien de verdad cree que vamos a tener un diálogo o soluciones consensuadas para temas de coyuntura como el aumento de precios? El resto es barullo y sobreactuación. Las dos partes quieren comunicar a la ciudadanía que ellos son los buenos y que si no hay un “gran acuerdo nacional” es por la falta de voluntad del otro. La realidad es que cada uno está enfocado en su rol; al gobierno le toca gobernar, intentar avanzar con la agenda aún pendiente con la mayor celeridad posible (en poco más de 12 meses se va a instalar el clima electoral), y no cuenta con la oposición para eso. El Frente Amplio tiene su mira en 2024, lo que haga hasta entonces es buscando mejorar sus posibilidades: básicamente tratar de desgastar al gobierno. Y no hay nada especialmente malo en que esto sea así. La beatificación de los consensos como un fin en sí mismo no tiene respaldo histórico. Muy pocas de las decisiones y reformas importantes (para bien y para mal) del Uruguay se tomaron por consenso. El mayor apertura del Uruguay impulsada en los 90, que hoy (casi) todos valoramos, estuvo lejos de tener consenso en su momento. Las políticas de Estado en Uruguay se construyen ex post, los que se oponen primero luego lo aceptan cuando llegan al gobierno. Los consensos son una parte esencial de nuestra estabilidad, pero casi siempre vienen después. Ojalá me equivoque y podamos sacar la reforma educativa y la de la seguridad social en el marco de un gran acuerdo. Pero si no es así, no es grave, lo importante es que las cosas pasen. El resultado del referéndum de marzo terminó de dificultar un clima de mayor cooperación. Se mantuvo el equilibrio político, nadie parece obligado a redefinir su estrategia. Nos esperan dos años de coaliciones con roles bien marcados: unos gobiernan y otros critican. No tiene nada de malo, pero no nos mientan.