Eventos

Ideas para innovar y mejorar la competitividad en Uruguay

Video

  • 14 de Mayo de 2021
  • 00:00hs
  • Sin costo

Los panelistas participantes de la presentación del informe Innovación para la competitividad en Uruguay: la industria TIC como motor, realizado en conjunto por la Cámara Uruguaya de Tecnología de la Información (CUTI) y el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), coincidieron en la importancia del tema para el futuro del país. Y al mismo tiempo compartieron la necesidad de un conjunto de medidas y de transformaciones que contribuirían a mejorar la competitividad por la vía de la innovación: profundizar la digitalización de las empresas, particularmente en las Pymes; políticas públicas de incentivos a la innovación empresarial; el aporte complementario de los diferentes actores con injerencia en el sector; la urgencia de una reforma educativa; y la creación de un ambiente más emprendedor. La apertura del evento en modo virtual, realizado el pasado 11 de mayo, estuvo a cargo del ministro de Industria, Energía y Minería, Ing. Omar Paganini. Luego intervinieron los responsables del estudio, Mauro Casa, de la CUTI, y el director ejecutivo del CED, Agustín Iturralde. En el espacio de los comentarios del estudio, que incluyeron reflexiones sobre los desafíos de la innovación en Uruguay, hablaron Juan Martínez, presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales; Carmen Sánchez, presidenta de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE); Mario Pérez, dirigente del PIT CNT; y Leonardo Loureiro, presidente de la CUTI. Los conferencistas destacaron el aporte del estudio sobre una temática clave para el desarrollo del país, con el objetivo de apuntalar los vínculos entre la industria TI y los demás sectores productivos, con miras a acelerar el proceso de transformación digital -o digitalización- de sus procesos productivos, en el entendido de que estas innovaciones tienen el potencial de impactar significativamente sobre los resultados nacionales en materia de productividad y competitividad. Ambiente más competitivo Paganini destacó el papel clave que juega la industria de la Tecnología de la Información (TI) en el conjunto de la economía por tratarse de un sector de actividad “dinámico y pujante”, algo que “debería potenciarse y apoyarse”. En ese sentido, cree que es un ejemplo de inspiración para pensar la estrategia de competitividad del país, que es mucho más que la problemática de los costos internos, mencionando específicamente el camino de la productividad. “La productividad es la que permite lograr un desarrollo socialmente sostenible”, dijo, y es un enfoque del tema más adecuado respecto al “mero conflicto redistributivo”, de mayor presencia en el debate público. Como “la productividad en el mundo moderno es hija de la innovación”, la pregunta pertinente, entonces, es cómo lograr una innovación “en forma sostenible”, dijo el ministro. Y ello supone responder también a otra interrogante: “cómo profundizar la formación digital en nuestra sociedad y en nuestras empresas”. Y una pregunta final, según Paganini, debería ser cuál es “el papel de la industria TI en impulsar la innovación”. En sus reflexiones sobre el estudio, planteó que “la innovación es tarea de las empresas” y no de los científicos ni de los políticos, que tienen un papel que cumplir bien diferente: el primero, en la generación de conocimiento; y el segundo, en establecer las reglas de juego de la innovación. ¿Por qué es importante la innovación? Porque contribuyen a aumentar la productividad y a generar más riqueza, todo lo cual redunda en beneficio del bienestar general de la población, señaló. Para Paganini, el desafío es desarrollar las condiciones e incentivos a la innovación empresarial. En ese sentido, entiende que el país debería ofrecer un “ambiente competitivo”, donde las compañías sientan la necesidad de innovar. Un mercado estable y maduro, con “barreras de entrada altas”, los incentivos a la innovación son siempre menores, argumentó. Los incentivos a la innovación, explicó Paganini, se desatan en “un mercado abierto, muy competitivo, con jugadores que entran con facilidad”. A las reglas de juego favorables a la competencia, se debe sumar “las capacidades existentes”, el desarrollo de la investigación y el vínculo entre producción y conocimiento, opinó. Dijo que Uruguay tiene que abrirse más al mundo, como el sector de la TI, y “revisar las reglas de juego”, pensando en aquellas que incentivan la innovación y, además, edificar un ecosistema vinculante entre la producción y el conocimiento. Todo ello debería ir acompañado de una mejora del sistema educativo, “un gran desafío” del país, señaló. Advirtió los riesgos que existen en caer en la nociva tentación del “proteccionismo” en la innovación, cuyo único destino es el atraso del desarrollo. “Otro riesgo es adjudicar culpas”, opinó el secretario de Estado, cuando se responsabiliza de la falta de innovación al sector privado, a la academia y al gobierno. “Si nos centramos en las culpas no vamos a avanzar”, dijo. A ello agregó otros tres errores que no se deberían cometer: “copiar recetas de otras realidades” por más buenas que sean; creer que la solución de la innovación es un asunto exclusivamente macroeconómico; y de que la intervención de un caudillo en la política podría resolver el problema (“el paternalismo nunca es una buena solución para la innovación”, sostuvo). Cree que el sector de la TI tiene mucho que aportar por el lado de su inserción internacional, pues, para Uruguay “es una ventana abierta al mundo” que influye de muchas maneras. “Es una forma de traer al país las cosas que pasan”, resumió Paganini. También puede jugar un papel en el desarrollo de las capacidades locales, sobre todo porque “la formación” de capital humano en informática o digitalización “es un gran problema”. La industria de la TI puede colaborar en advertir sobre regulaciones rígidas que siempre frenan la innovación y en acciones tendentes en llevar la tecnología a las empresas que no forman parte del sector. Y el gobierno también tiene deberes: incentivar la investigación y la educación; establecer reglas de juego “más abiertas”; impulsar compromisos de productividad en los acuerdos laborales; planes específicos para las Pymes, en un sector en el que hay “mucho por hacer” en ese sentido. Crecimiento de calidad A su turno, el director ejecutivo del CED, Agustín Iturralde, se refirió a aspectos relevantes del estudio sobre las TIC y la innovación que forman parte de los «desafíos de largo plazo” de Uruguay. Explicó que el informe parte de la visión de que la competitividad, así como la sostenibilidad económica, deben de tener el propósito de “la mejora de los niveles de bienestar de la población”. El estudio surge claramente que Uruguay es un caso de “instituciones híbridas”, lo que quiere decir que incluye aspectos positivos como negativos. Las fortalezas están por el lado de la estabilidad política, el estado de Derecho, la separación de poderes y el respeto a la libertad de expresión. Pero, por otro lado, presenta debilidades: sistema educativo; desarrollo, sofisticación y regulación de mercados (por ejemplo, en el área laboral o el sistema financiero poco profundo respecto al nivel de ingreso); y en el ecosistema emprendedor. “En ese conjunto de problemas, Uruguay figura en mitad de la tabla e incluso en una peor performance en comparación a países de menos desarrollo”, comentó Iturralde. Dijo que “es clave” que el país recupera la senda de crecimiento que tuvo entre 2004 y 2014 y que empezó a perder en los años siguientes. “Sin crecimiento surgen diversas tensiones” y mencionó aspectos redistributivos e indicadores macroeconómicos como el resultado fiscal. “El país ingreso en un círculo vicioso de poca competitividad, poca inversión, caída del empleo (y) disminución del ingreso de los hogares”, afirmó Iturralde. Un desafío pare recuperar el terreno perdido es mejorar la competitividad, sin perder bienestar. El camino de Uruguay no debería ser ganar competitividad por la vía exclusiva de bajar los costos internos. El reto “es pasar de un crecimiento sostenido en mano de obra barata, a uno basado en la alta productividad y la innovación”, afirmó, citando un estudio de 2011 de Banco Asiático de Desarrollo. Para reforzar la idea de los problemas de competitividad estructurales del país, el director ejecutivo de CED citó un estudio del economista Pablo Fleiss sobre la productividad total de los factores (PTF), que al autor citó en una columna publicada en La Diaria: La productividad desde la década de 1960 ha crecido muy poco, y siempre menos que el Producto Interno Bruto (PIB). “La productividad no es lo único importante, pero casi lo único importante cuando nos ponemos a pensar seriamente en ella”, señaló Iturralde, parafraseando así al economista estadounidense Paul Krugman. Medidas para la innovación Yendo al núcleo del estudio, Casa dijo que “la innovación es uno de los factores más ponderados en la producción de conocimiento sobre competitividad”. En ella, agregó, “se juega gran parte de este partido”. Y Uruguay ha ido perdiendo terreno. En el ranking del Global Innovation Index 2020, el país cayó siete lugares, ocupando el puesto 69 en 131. El año pasado tuvo “una posición marginal” dentro de los países de altos ingresos y el sexto puesto de América Latina, informó. “Lo más preocupante”, comentó, “es que Uruguay pasó de un valor adecuado de innovación a un nivel bajo” en relación con la ubicación que debería ocupar por tratarse de un país de ingreso medio alto. Luego de repasar las ventajas comparativas en desempeño institucional, señaló las debilidades que presenta en el ítems “sofisticación del mercado”. “A Uruguay le va especialmente mal en acceso al crédito y en todo el ecosistema emprendedor o de innovación”, dijo Casa. Destacó la inclusión en el estudio de un conjunto de entrevistas a referentes o expertos, muy ilustrativas de los problemas en torno a la innovación. En ese sentido, mencionó el “amplio consenso” de los entrevistados sobre medidas para el desarrollo tecnológico a mediano plazo: fomento de la investigación, más recursos y estrechar vínculos entre la academia y el sector productivo. Casa destacó que “la tecnología innova per se en el propio sector productivo, pero también permite innovar en otros procesos productivos. Innovar permite que la economía uruguaya genere mejores productos y competir en calidad”. Según los expertos consultados, Uruguay enfrenta diversos desafíos a la hora de pensar en la innovación. En primer lugar, se necesitan políticas públicas tendentes a disminuir los riesgos derivados de las incertidumbres de mercado. Por ejemplo, una demanda del Estado en “soluciones científicos tecnológicas”, que podría canalizarse en un nuevo régimen de compras públicas; medidas de estímulos a la innovación del sector privado; y marcos regulatorios que fomenten la experimentación. Un ecosistema innovador supone que los recursos humanos calificados puedan acceder “a créditos en buenas condiciones o a premios por resultados” que se terminan desarrollando en pequeños emprendimientos desde experiencias de spin-off. También hubo reclamos por el desarrollo del mercado de capitales de alto riesgo. “Uruguay tiene el desafío inmenso que es la de acceder a crédito para emprendimientos de alto riesgo como suelen ser los emprendimientos innovadores, afirmó Casa. Y la creación de un “sistema educativo enfocado en generar talento y generar capacidades”. Hubo coincidencias de los encuestados en que “es muy muy difícil innovar” sin un buen desempeño de la educación. Dijo que, en la mejora de la competitividad por el camino de la productividad, las TIC tienen un papel importante en la creación de valor en otros sectores productivos, gracias a su “extraordinario dinamismo”, la demanda de empleo calificado y su vocación internacional. “Puede impulsar una competitividad con calidad, sostuvo. Casa enumeró el potencial de la industria TI: aumenta la diversificación productiva: disminuye la exposición a shocks externos negativos; genera productos de alto valor agregado; y aporta soluciones que aumentan la productividad de otros sectores. Enormes beneficios, pero que requieren de una mejora de la calidad educativa, un aumento de la demanda por parte del Estado y de medidas específicas de inclusión para las Pymes. Más competitivos en innovación A su turno, el Cr. Martínez, presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales, se refirió al papel del sector privado en la economía y destacó el trabajo en conjunto de su gremial con el gobierno en los temas de innovación y productividad, abordados en el estudio. Mencionó planes que buscan la disminución de regulaciones, de inserción internacional y de aspectos de flexibilidad del mercado laboral. Martínez dijo que, para la mejora de la competitividad, además de la baja de los costos internos, es imprescindible una política comercial abierta, en el marco de una estrategia de diferenciación por segmentación que apunte a la alta calidad. “Para ser competitivos, más productividad, no solo en costos, sino en procesos, en innovación, en capacitación”, afirmó el empresario. Como el resto de los panelistas, dijo que Uruguay, para insertarse en el mercado global, necesita un sistema educativo de más calidad, que fomente el pensamiento crítico y el espíritu creativo e innovador. Sostuvo que el sector empresarial necesita una reformulación de políticas de apoyo económico, de asesoramiento en mejora de eficiencia y creación de valor agregado en bienes y servicios, y así “poder exportar en las mejores condiciones”. Dijo que las decisiones de inversión y el enfoque exportador siempre suponen un riesgo, y por ello es necesario que existan instancias de interacción entre el sector público y el privado. Coincidió en el “rol preponderante” de las TICs tanto en los procesos industriales como en la digitalización de diversos aspectos de la gestión empresarial. El rezago de las Pymes Si se miran los datos macro de digitalización, Uruguay “se ubica a la vanguardia mundial y regional”, dijo, por su lado, Sánchez, presidenta de la ANDE. Destacó la “muy buena infraestructura en fibra óptica”; los programas de “inclusión digital”, como el Plan Ceibal y el Plan Ibirapitá; la trazabilidad ganadera; el 92% de los trámites de la Administración Central que se realizan en línea; la historia clínica digital en la salud; y la firma digital. Sin embargo, la adopción de la tecnología por sectores demuestra que no es una práctica generalizada como se comprueba en la realidad de las Pymes que están rezagadas de la digitalización, ubicando al país en el lugar 47 en 134 en adopción digital. Ante esa realidad, que hace que las Pymes se pierdan una oportunidad de mejorar el desempeño empresarial, desde la ANDE se están haciendo esfuerzos para su inclusión al mundo tecnológico Las limitantes que enfrentan son variadas: escasa información sobre los beneficios de la digitalización; poco personal con habilidades en digitalización o en iniciar un proceso de innovación; y carencias de capacidades técnicas para gestionar y actualizar los procesos internos de sus propias empresas. Por otra parte, las Pymes se enfrentan a restricciones de acceso al crédito, que limitan sus posibilidades de adquirir tecnología o de iniciar un proceso de innovación. Además, “hay una oferta insuficiente tanto de servicios de apoyo a la transformación digital como de soluciones digitales específicamente enfocadas en las pequeñas empresas”. “Es muy difícil a las Pymes acceder a los talentos digitales que están volcados a empresas grandes o del exterior”, agregó Sánchez. Es por ello por lo que la ANDE está liderando un programa de adopción de tecnologías digitales para las Pymes, con el apoyo del BID, para mejorar el rendimiento económico y la eficiencia empresarial. Además, atendiendo el problema del financiamiento de la incorporación digital y el de la falta de soluciones y servicios de apoyo digitales. Pacto social de competitividad Pérez, del Departamento de Desarrollo Productivo del PIT CNT, destacó el aporte del conjunto del estudio, y se detuvo particularmente en la importancia de la tecnología, la ciencia, el conocimiento y la investigación para pensar acerca de la innovación. Entendió conveniente desarrollar políticas con foco en sectores concretos de la actividad económica, en cuyos procesos deberían participar los trabajadores, junto con el gobierno, las empresas y los académicos. Como plantearon otros panelistas, Pérez cree el componente de la productividad es un fenómeno de diversos aspectos. No alcanza con resolver el tipo de cambio o la redistribución de la riqueza, sino que debe incluirse en la discusión la temática de la innovación mediante la competitividad basada en la calidad. Defendió la propuesta de un pacto social en competitividad, lo que significaría proyectar una mirada estratégica común, “por encima de los problemas diarios que tenemos en la sociedad”. En ese sentido, dijo que es necesario “pensar para dentro de 30 años”. Plantó papel crucial del Estado, particularmente de las empresas públicas, y coincidió en la importancia de avanzar en el área de las compras públicas, que podría convertirse en una fuente dinamizadora de la economía. “La educación es clave para todas las cosas”, dijo y planteó la necesidad de introducir el pensamiento crítico en el sentido de estímulo a la innovación. Sin desmerecer la importancia de la innovación, el dirigente sindical hizo un llamado a tomar conciencia de que todo proceso de mejora supone un final de “ganadores y perdedores” que deberían ser contemplados. Propuso crear “ambientes innovadores” y puso el ejemplo de una experiencia del sector farmacéutico que fue capaz de instalar un “laboratorio modelo” donde los estudiantes pueden hacer sus prácticas con la misma sinergia del “mundo real”. Finalmente, se refirió a pensar un plan estratégico de la producción con un enfoque en el “bienestar inclusivo”. “No es bueno una sociedad en la que a poca gente le vaya bien y a la mayoría le vaya mal”, reflexionó Pérez. “Un cambio de mentalidad” Loureiro, presidente de la CUTI, encargado del cierre de la actividad, agradeció a los conferencistas y a los participantes virtuales, y dijo que el estudio presentado puede considerarse como un “bien público”. Se refirió al compromiso de su gremial con el desarrollo de la tecnología en otros sectores de la actividad económica y, como ejemplo de su involucramiento, mencionó la participación en el programa de ANDA de innovación tecnológica de las Pymes. Dijo que para la CUTI es necesario promover “un cambio de mentalidad”, favorable a las bondades de la tecnología en la gestión empresarial. “El sector tecnológico puede en ese sentido hacer un aporte” a todo el país, aseguró Loureiro. Como un ejemplo potente de la importancia de la tecnología, hizo una referencia a la rapidez en la fabricación de vacunas contra el covid-19. Comentó el gran desarrollo de la TI en el sector de la salud en Uruguay que explica que hoy sea uno de los países mejores preparados para “la medicina personalizada”. Loureiro se mostró animado por lo que significaría un “cambio de mentalidad”, con empresarios que entiendan que la innovación tecnológica puede provocar “un crecimiento exponencial”.