Columnas de Opinión

Diario El País Uruguay

Hernán
Bonilla

Presidente y fundador

La era de Bretton Woods II

07/11/2023

La semana pasada analizamos el contexto que vivía el liberalismo en la época en que se firmaron los acuerdos de Bretton Woods, en que se crearon los organismos internacionales en materia económica más relevantes hasta nuestros días. En el llamado Coloquio Walter Lippmann de 1938 se analizó como remozar al liberalismo llegando, buena parte de los asistentes, a la conclusión de que esa renovación debía admitir aspectos cercanos a la socialdemocracia. El coloquio de 1938, pese a su relevancia, no cuajó en una institución permanente, como sí lo habría el organizado por Friedrich Hayek en Mont Pelerin en 1947. En esta última reunión también se discutió a fondo sobre el liberalismo en una época en que los liberales eran pocos y estaban bastante aislados y dispersos. En el libro que recoge las actas de la primera reunión de la Sociedad Mont Pelerin, Bruce Caldwell comenta: “El objetivo de Hayek era articular una versión renovada del liberalismo, más adecuada al siglo XX, que en materia económica fuera más allá de las simples recetas del laissez-faire, y que pudiera contrarrestar más efectivamente a las alternativas colectivistas.” Pese a que la mayoría de los asistentes eran economistas, Hayek tenía claro que era necesario ir más allá de la economía. Como escribió en otro ensayo unos años después: “Un economista que no es nada más que un economista no puede ser un buen economista”. De allí la necesidad de bucear en las aguas de la filosofía política, de la historia y de otras ciencias sociales para encontrar las raíces profundas de la verdadera esencia del liberalismo. Al analizar los temas de las sesiones de esa primera reunión se constata que, efectivamente, existió una gran variedad de preocupaciones: “Libre empresa y orden competitivo, “ Historiografía moderna y política educativa”, “El futuro de Alemania”, “Los problemas y posibilidades de una Federación Europea”, “Liberalismo y cristianismo”, “Medidas contracíclicas, pleno empleo y reforma monetaria”, “Salarios y política salarial”, Impuestos, pobreza y distribución del ingreso”, “Política agraria” y “La crisis política actual”, además de las sesiones dedicadas a la declaración de principios y a ponerle un nombre a la organización. En su discurso inaugural Hayek da en el clavo de lo que se requería para la tan mentada renovación del liberalismo: “Esta tarea requiere purgar a la teoría liberal tradicional de ciertas acreciones accidentales que se le han adherido con el paso del tiempo y enfrentar ciertos problemas reales que una versión sobresimplificada ha eludido o que se han hecho evidentes solo a partir de que se ha convertido en un credo estático y rígido”. En ambos argumentos se encuentra seguramente la gran tarea de renovación del liberalismo en el sentido correcto que el propio Hayek, y las discusiones en la Mont Pelerin, fueron encontrando. Por un lado, apartar del verdadero liberalismo aquellas ideas o teorías también llamadas liberales pero que nada tienen que ver con el sentido en que lo entienden los liberales clásicos. Por otro lado, encontrar dentro de su verdadera tradición las posibilidades de adaptación a la nueva realidad, sin caer en la repetición de lugares comunes de versiones esclerosadas de la doctrina. Este fue el gran aporte del propio Hayek en las décadas siguientes.