Columnas de Opinión

Diario El País Uruguay

Hernán
Bonilla

Presidente y fundador

Competencia y empresarios

09/01/2024

Adam Smith defendió el buen funcionamiento de los mercados bajo una institucionalidad que lo hiciera posible, teniendo en la mira el beneficio del consumidor antes que el del empresario. En este sentido, bien puede señalarse que el enfoque del autor fue pro-mercado pero no proempresa. Vale la pena detenerse entonces en las razones por las que Smith era partidario del libre mercado y, al mismo tiempo, mantuvo una desconfianza marcada hacia los empresarios. Para Smith era evidente algo que en su tiempo de grandes compañías privilegiadas no era tan claro; que el precio en cualquier mercado era más bajo cuando existía competencia que cuando no. Al respecto afirmó con claridad: “El precio de monopolio es siempre el más alto posible. El precio natural, o precio de libre competencia, por el contrario, es el más bajo posible, no en todas las ocasiones, pero sí durante cualquier período prolongado de tiempo. El primero es siempre el máximo que puede arrancarse a los compradores, o que se supone que ellos consentirán que se les arranque. El segundo es el más bajo que los vendedores pueden normalmente aceptar y, al mismo tiempo, continuar con su negocio.” El asunto, por tanto, es fomentar la competencia. La regulación de cada mercado era determinada por legislación, que en muchos casos era propuesta e impulsada por empresarios de esos mismos mercados, naturalmente interesados en el asunto, por lo que nuestro autor sentía una gran desconfianza por sus recomendaciones: “El interés de los empresarios en cualquier rama concreta del comercio o la industria es siempre en algunos aspectos diferente del interés común y, a veces, su opuesto. El interés de los empresarios siempre es ensanchar el mercado pero estrechar la competencia. La extensión del mercado suele coincidir con el interés general, pero el reducir la competencia siempre va en contra de dicho interés, y solo puede servir para que los empresarios, al elevar sus beneficios por encima de lo que naturalmente serían, impongan en provecho propio un impuesto absurdo sobre el resto de sus compatriotas.” Por si quedara alguna duda, agrega: “Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que provenga de esta categoría de personas debe siempre ser considerada con la máxima precaución y nunca debe ser adoptada, sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no solo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo”. Y quizá su crítica más penetrante a los empresarios la encontramos en este punzante pasaje: “Es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios.” Como podemos apreciar, Smith no fue precisamente un defensor de los empresarios, aunque entendía perfectamente que su rol era indispensable para el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto. Seguramente su conocimiento práctico de los empresarios de Glasgow lo llevó a convencerse de que la regulación sobre los mercados debía centrarse en promover al máximo posible la competencia y no en proteger empresas particulares. Esta lección se mantiene plenamente vigente.