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Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
Cuidado con las modas
07/03/2025
Alrededor de 2015 irrumpió la cuarta ola del feminismo. La masividad que tomaron las marchas del 8 de marzo fue el síntoma más obvio. Decenas de miles de personas se sintieron tocadas por la agenda ética y estética que esta nueva ola del feminismo representaba. Algunos de los temas que entraron al centro de la discusión estos años fueron la carga adicional en tareas den el hogar de la mujer, la persistencia de la violencia intrafamiliar o el acoso sexual normalizado. Pero parece claro que también trajo algunos excesos: justificación de la violencia como forma de acción política, la política de la cancelación y, la más preocupante a mi gusto, la puesta en cuestión de la presunción de inocencia de cualquier acusado. En reacción a este tipo de prácticas, y otras modas progresistas de esos años, se abrió un nuevo tiempo: el anti wokismo. La era en que cualquier idea que sonara suficientemente progresista tenía vía libre y cualquier cuestionador era cancelado por fascista, racista y asesino terminó. Este “anti wokismo” tiene su lado positivo. Parece sensato poder reivindicar sin culpa la presunción de inocencia como un principio civilizador que no puede ser pasado por alto por ningún activismo político, por muy noble que sea su causa. También es positivo poder discutir si una mujer trans debe participar de una competencia deportiva femenina, dada la evidente desventaja que esto representa para las otras mujeres en muchas disciplinas. O discutir la poca cientificidad de muchos estudios de los departamentos de género de las universidades, entre otras cosas que estaban cuasi vedadas. Pero cuidado. Como muchos en todo el mundo están señalando, el anti wokismo puede fácilmente convertirse en un wokismo de derecha. Si se pretende combatir, en nombre de la razón y la ciencia, las malas consecuencias que trajo una moda, deberían respetarse esos valores. Este problema es muy notorio entre seguidores de las nuevas derechas representadas por Trump y Milei. Pasamos de endiosar a Greta Tumberg a sostener que cualquier preocupación por la incidencia humana en el cambio climático es neomarxismo que quiere empobrecer a la sociedad por designio de Soros. Pasamos de ponerle “perspectiva de género” a cuanta idea exista a que un Presidente conecte impunemente homosexualidad y pedofilia sin ningún tipo de evidencia. Lo sucedido entre Trump, Zelensky estos días es otra muestra del wokismo de derecha. Miles de “defensores de los valores occidentales” abrazaron sin miramientos la lectura de la dictadura de Putin sobre el conflicto. Ven en los “hombres fuertes” como Putin y Trump, férreos opositores a las modas wokes, sin atender a los excesos irracionales de los que ellos participan. Las ideas en una sociedad se mueven como un péndulo. Claro que no uno que siempre converge al centro, las ideas cambian, algunas avanzan y otras retroceden. Pero si sucede, que cuando una corriente avanza rápido suelen haber excesos que al poco tiempo envejecen muy mal. En tiempos de tanta efimeridad, no está de más recordar las palabras del caudillo blanco Luis Alberto de Herrera: “Cuando pase la tempestad y se aclare la niebla (...) nos hallará (...) más firmes en nuestro pasado y más seguros en nuestro porvenir”.